Frente al ajetreo de gente que viene y va, propio de la parte superior de la plaza, ésta se desliza en suave pendiente hacia abajo, cara el ábside gótico de la iglesia de San Pedro, un lujoso y estético telón de fondo para la plaza, que parece otra cosa si la comparamos con la parte superior, la plana. Me gusta el sosiego de este andén que bordea el convento de Agustinas, bajo naranjos y con bancos cómodos y nos lleva hasta la plaza de abastos, otra obra de Eloy Maquieira de puro estilo racionalista y todo en medio del movimiento ciudadano, que parece alejado aunque estando en la misma plaza.
Más o
menos abundante, esta parte siempre ha tenido ajardinamiento. Recuerdo los
ligustros, donde estaban los llamados coches de punto, y aquel olor dulzón y
agradable que desprendían en los atardeceres veraniegos. Hoy los adornos
vegetales están bien distribuidos en diferentes parcelas. Tal vez lo más
espectacular sea la hilera que flanquea la calzada de la parte ascendente de la
plaza, de camelios recortados como un seto gigante. En relación a ella hay
opiniones, pues conozco a quien disgusta su presencia por entorpecer la vista
de la fachada del convento. Soy de otra opinión, pues creo que ese seto invita
a sobrepasarlo para ver la fachada en su totalidad. En ese plan, no ocultan,
más bien invitan al acercamiento. Por demás, tenemos un hermoso rododendro que
en su momento está tapizado de flores rojas llamativas. Podemos ver
Cotoneaster, Gingo biloba, tejos, naranjos y, también, una triste muestra de lo
que puede ser un atolondrado amontonamiento de plantas.
Tal vez
estamos ante un enclave diferente al resto de la plaza, yo diría que un cantón,
ese término tan de nuestra tierra que define estos lugares urbanos. Una parte,
el convento y frente a él, jardines y espacio destinado a la vida y los
encuentros ciudadanos. Me gusta una fila de faroles, de corte romántico,
solitarios que alternan con naranjos y cobijan bancos de acogedores respaldos,
que ofrecen un refugio apropiado para la charla distendida y reposada.
El cantón
baja paralelo a la calzada por donde pasan los coches que llevan su rumbo y,
por suerte, queda sicológicamente lejos de ella gracias al biombo vivo formado
por los camelios, otro lujo ornamental de la plaza, que durante los primeros
meses de cada año adornan con sus flores este paisaje urbano.
Siempre
me ha gustado el convento de las Agustinas. De la iglesia ya he hablado aquí y
volveré a hacerlo, pero ahora me quiero detener en el aspecto que ofrece desde
la plaza. Me gusta mucho por su dejación del aspecto palaciego que pudo haber
tenido. Me gustan las ventanas con sus bordes muy salientes que confieren esos
juegos de sombras que se deslizan por la fachada conforme pasa el día.
El acceso
a la iglesia es singular. Ese espacio soleado, tranquilo y con la sencilla
puerta gótica de paso al templo y dos puertas de acceso al convento, me
recuerda una logia italiana de esas que es frecuente encontrar en provincias y
que sirvieron para encuentros, charlas y accesos a palacios.
Los frentes
del convento que encontramos a ambos lados del vestíbulo barroco que comento,
han sido remodelados recientemente por Ruperto Sánchez y Benjamín Santín mediante
un modelo de pizarra con sus aristas y bordes en granito, como también vemos en
la puerta de San Fernando de la muralla, diseño salido del mismo estudio y muy
del estilo rural lucense.
En la
parte inferior, casi escondido sin querer, o queriendo, hay una escultura
moderna, no figurativa, que tiene la virtud de generar encuentros de opinión.
Me gusta mucho, aunque conviene decir que el lugar en que está parece un duro
castigo. Creo, es mi opinión, que esa obra merece mejor acomodo en la ciudad.
Tal vez sobre una plataforma que la alce algo y en un lugar en el que pueda ser
contemplada en toda su periferia.
Ya digo,
genera mucha controversia y mientras algunos manifiestan correctamente su
opinión, hay quienes dogmatizan de manera rotunda contra ella. El tiempo pone
las cosas en su sitio, pero espero que cuando le llegue el reconocimiento, no
la encuentre arrinconada.
Perdoname mi querido profesor pero la ignorancia del que subscribe obliga a consultar determinadas palabras de un profesor culto y dinámico, para que cuando vuelva a ver la plaza pueda percibirá llena de sentido y luego aplicar tu sapiencia y contenido desde casa......
ResponderEliminarPerdóname tú a mi. Procuraré huir de esos términos cuya comprensión dices que se te atasca. Besos en casa.
EliminarMe encanta. Apetece hacerlo juntos algún día. Dario
ResponderEliminarCuando podamos, y entraremos en la logia de las Agustinas, nos sentaremos en algún banco de ese cantón y disfrutaremos viendo el ábside gótico de S.Pedro. Gracias por tu comentario, Dario.
EliminarTengo que llevar tu artículo cuando pase por la Plaza de Santo Domingo para fijarme en lo que me pasa desapercibido y que tan bien indicas. Me gusta mucho la descripción que haces.
ResponderEliminarAbrazos
Chiruca
Gracias, Chiruca, por ese comentario tan halagüeño.
ResponderEliminarAhhh y el bazar los chicos donde pedía los juguetes a los Reyes.
ResponderEliminarEse bazar, de grandes amigos míos, estaba en la calle que hoy se llama del Teatro. Gracias por el comentario.
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