En antiguas ciudades europeas, hubo capillas más o menos alejadas de su núcleo urbano, siempre claramente diferenciadas de la población. Estas ermitas fueron centro de devoción, de romerías rurales, de fiestas y límite de paseos en aquellos días en los que pasear era una distracción vespertina.
En Lugo hubo, hay, varias capillas suburbiales, pero hoy quiero hablar de la de San Roque. Me gusta imaginar cómo se vería la ciudad desde la capilla, cuando no había edificios que las uniese y lo rural las separaba. Aún hoy, con algo de imaginación podemos ver cómo el terreno cae desde la estación de Autobuses, por Mártires de Carral y, pasado el jardín, se desploma hasta llegar al margen del río Rato. Desde la ermita, la ciudad se vería imponente, con sus adarves más altos y la recóndita puerta Toledana como escondida entre dos torres.
Creo que siempre fue un lugar que inspiró sentimientos religiosos, como nos lo prueban los restos arqueológicos encontrados allí y hoy recogidos en un museo situado al lado de la capilla.
En la primera mitad del siglo pasado, Eloy Maquieira construyó un muro de contención que cortaba la fuerte pendiente y permitía definir un rellano, que se utilizó como jardín. Hoy siguen adornando ese lugar un bonito conjunto de árboles y arbustos de diferentes tonalidades verdes, desde los oscuros, como los tejos, hasta los más claros, como los ligustros, pasando por los durillos. Todos resistentes, pero necesitados de un mayor cuidado y una poda sabia. Los ligustros estuvieron podados en abanico, forma muy bonita, pero trabajosa. Hoy se dejan crecer a su aire y se ha perdido aquel aspecto elegante que tuvieron hasta hace poco.
Dando sentido a todo el conjunto, está la capilla, dedicada al santo protector contra enfermedades y plagas. Por eso, en el siglo XVIII, cuando la peste asoló nuestra ciudad, se le hicieron rogativas a San Roque y la ciudad se salvó de la plaga. De entonces viene el voto, que aún hoy se cumple y según el cual, el dia de la festividad del santo (16 de agosto), hay celebración litúrgica con asistencia de la corporación municipal, vestida con sus mejores galas.
Sé que fue un barrio con una vibrante asociación vecinal que supo hacerse notar en Lugo. Un vecino “de toda la vida”, antiguo compañero mío en bachillerato, me recitó un lema de los niños del barrio “San Roque lleva la palma, Santo Domingo el olivo y yo, como buen sanroquino, por este barrio me inclino”. Desconozco su significado, hay cosas que se me escapan en su comprensión, pues, como todos los dichos de transmisión oral, modifican parte de sus palabras.
Y está, claro, la capilla. El templo en que se rinde culto a San Roque. Es muy rural, salvo el pórtico. El ligeramente más estrecho que la capilla y, como los sillares de los encuentros del edificio y los del pórtico no coinciden, podemos imaginar que son dos construcciones independientes, pero levantadas una junto a la otra, siendo el pórtico el posterior, como podemos suponer al ver bajo su tejado dos rozas correspondientes a un anterior tejado a dos aguas, que quedaron bajo el nuevo.
Fué Lucas Ferro Caaveiro quien ejecutó esa obra tan bonita que, de sencilla, se muestra plenamente barroca. Me gustan los rebajes en los sillares que definen los arcos y que, al juntarse, forman esos canales de luces y sombras como en el almohadillado italiano. La espadaña es elegante, y más si pensamos en que fue hecha para una capilla rural. También rural es el banco adosado que, en el interior del pórtico, lo recorre en toda su extensión. Pero si hemos de disfrutar del esplendor del barroco es en su barandilla donde, entre balaústres, gárgolas y obeliscos, luce la imagen del santo levantando su túnica para dejar ver su llaga, mientras su perro se dispone a pasar su lengua sanadora por ella.
Me duele la falta de sensibilidad en nuestros próceres, que permite que haya placas de tráfico adosadas al pórtico. Pero ya sabemos.
Hoy, el crecimiento ciudadano ha engullido esta parte suburbial haciendo de ella un lugar vivo, populoso y bonito. La capilla sigue luciendo entre tanto edificio moderno.
Ya al diccionario directamente espadaña...luego decirte,que desde que dejó Pena Mouruz la Capilla,se fue el ambiente que reunía no solo a un barrio sino a gente de fuera,los domingos había una misa especial con músicos de relieve que llenaban la capilla interpretando algo al personal,al finalizar catequesis,grupos de oración,hasta un equipo de fútbol,es lo que hay faltan Curas y desde la Nova titular de esta Capilla quizá no puedan o no sepan que hacer.,..como siempre besos en casa,y agradecido de tu sabiduría profesor.,a pouquiños.
ResponderEliminarEs lo que ocurre. <los tiempos pasan, los modos y costumbres, también. Pero queda lo esencial, esa capilla aglutinando un grupo de vecinos que viven la actualidad sin olvidar el pasado. Besos en casa.
ResponderEliminarGracias Emilio por tu empeño en conectarnos con el pasado, y es que estamos perdiendo memoria histórica a raudales.
ResponderEliminarEste tipo de construcciones, normalmente eran costeadas por personajes ricos, filántropos.
Seguro que el dicho san roquino lo puedes comprobar charlando con algunos vecinos del lugar. La tradición oral, como sabes, es muy voluble. Tal vez lo recuerden en algún convento de la ciudad.
Un abrazo
Gracias por el consejo, muy oportuno. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta la Capilla de San Roque, me trae recuerdos de la infancia, porque estaba próxima al comercio de mi padre en la Calle de San Pedro.
ResponderEliminarCuando vaya a Lugo, iré a visitarla, recordando tus puntualizaciones.
Abrazos
Chiruca
Es muy posible que la encuentres cerrada, pero su vista exterior, el entorno, sigue tal como lo recuerdas. Besos
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