Hace tiempo publiqué aquí un comentario acerca del Salvador de Muxa. Este tema es frecuente en el arte románico y en los comienzos del gótico. Cristo viene a juzgar y se presenta con toda su majestad, sentado como juez y rey, en toda su gloria. En una mano, la izquierda, tiene un libro con siete sellos, como dice el Apocalipsis. Mientras, bendice con la derecha. De este modo lo vemos en muchas pinturas románicas españolas, en una forma llamada genéricamente Pantocrátor (gobernante de todo).
En el
Pórtico Norte de nuestra catedral tenemos una imagen del Pantocrátor que, para
mi opinión, es una de las piezas más valiosas del templo.
No obstante,
cualquier observador comprueba pronto que el Pantocrátor no se esculpió para
estar donde está. Nos lo dejan ver los recortes que hay en la mandorla en su
parte superior e inferior. Eso de reutilizar esculturas antiguas para
construcciones nuevas fue una costumbre extendida, gracias a la cual
disfrutamos aún de la Fachada de Platerías en la catedral compostelana y de
este bello Pantocrátor en la nuestra. El mismo observador avisado es capaz de
ver que la piedra en la que se esculpió el Pantocrátor sufrió una rotura a la
altura del pecho del Cristo, concretamente de sus clavículas, de modo que la piedra
está rota de lado a lado y posteriormente pegada, como también ocurriría con otra
gran obra que tenemos en Lugo: la estela romana de Crecente, en este caso, situada
y visible en nuestro Museo Provincial.
El
Pantocrátor nos presenta un Cristo sentado al modo románico, una perspectiva
hoy en desuso, pero muy utilizada en aquel tiempo. Los ropajes son lujosos,
como corresponde a un juez universal. Chaleco con profusión de adornos y
pliegues de la túnica y del manto expandidos con un diseño clásico que nos hacen
pensar en que el escultor conocía a sus maestros y las obras en las que se
inspiraba. Tal vez fuese un escultor francés (se nota su escuela) que
peregrinaba a Compostela y se detuvo en Lugo. Para sustentarse, hizo lo que
sabía hacer: esculpió una estatua religiosa para un templo. Similar origen
tienen otras obras del Camino de Santiago, como las pinturas murales de la
iglesita de Leboreiro, aquí cerca.
El
escultor era hombre culto, no lo digo solo por su manera de moldear paños y
pliegues, también por esculpir siete sellos en el canto del libro que se utilizará
para juzgar. Siete, como predice el Apocalipsis que conocía. También escultor
que no obedece normas. Son muy pocos los Cristos representados de este modo que
lucen corona, sin embargo éste sí la presenta. No voy a hablar que le falta una
mano, la derecha y que, además, en la escultura no se aprecia ningún tipo de
ruptura que permita suponer que estuvo allí esa mano ausente. Pudo ocurrir que
fuese esculpido manco, pero me resulta muy extraño.
La cara
es una preciosidad escultórica. Bien afeitado y peinado, presenta el pelo
distribuido en mechones que rodean el cuello y van a caer tras él. Un diseño de
barba que parece de nuestros días, como el bigote. La melena también cae hacia
atrás, dejando descubierta la porción inferior de la oreja. Volvemos a los
trucos que domina el escultor. Esculpe un cuello largo al Cristo. Era conocedor
de esa técnica consistente en alargar algo los cuellos de los retratados para
conferirles elegancia y aire señorial. Eso le aporta ese cuello ligeramente
largo. Muy largo sería deforme, claro. Lo preciso es acertar en el exceso y el
desconocido escultor supo acertar.
Esa cara,
ese rostro es elegante, majestuoso y distante. Tal vez buenas características
para un juez, no lo discuto, pero resulta ajeno, no es de los nuestros. Un juez
viene de lejos, baja del cielo y viene a juzgarnos. Trae en su mano el código
que le servirá de baremo para realizar su función. Pero yo, al verlo tan
alejado, tan aséptico, no puedo olvidar al Salvador de Muxa, maltrecho sí, pero
con esa cara tan salida de nuestra gente, tan identificada con nosotros, que
puestos a jueces prefiero al del Museo aunque reconozco los méritos clásicos de
éste del Pórtico Norte de nuestra catedral.
Me ha gustado mucho el artículo y concuerdo contigo en que se ve aséptico, distante, que está ahí para juzgar. Aún así es precioso.
ResponderEliminarYa te digo, aunque éste es una maravilla de la escultura gótica, lo veo representando a alguien distante, que viene a juzgar. En ese aspecto, por próximo, me gusta más el Salvador de Muxa, que tenemos en el Museo Provincial.
ResponderEliminarBrillante como siempre Emilio, las maravillas cotidianas que tenemos en Lugi nos hablan de épocas y filosofías diferentes y valiosas. Es importante rescatar de algún modo su significado y ponerlas en valor por eso hay que seguir paseando por Lugo siempre. Un abrazo muy fuerte
ResponderEliminarGracias, Eduardo, por tu comentario y, sí, es preciso seguir paseando por Lugo que, como cualquier obra de arte, siempre te descubre cosas nuevas. Un día nos damos un paseo y charlamos.
EliminarGracias, Eduardo.
Suscribo el comentario que te hace Eduardo.
ResponderEliminarAbrazos
Chiruca
Gracias, Chiruca, un beso.
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