Yo diría que esta plaza es el centro de la actividad lucense. Todos la cruzamos alguna vez cada día yendo de un lado para otro. Unos vienen, otros van, pero nadie queda en la plaza, que es un lugar de paso. Siempre ha sido así, de este modo. La plaza de Santo Domingo marca el paso de nuestros días, los de cada uno de nosotros como individuos y los de la ciudad como colectivo.
Múltiples recuerdos asociados
a nuestras diferentes edades, desde las barracas de San Froilán hasta las procesiones
de Corpus, las iluminaciones navideñas y más actividades que viven en esta
plaza uno de sus hechos culminantes. Estoy seguro de que cada uno de nosotros la
asocia a momentos importantes de su propia vida. Pero a pesar de tanto
recuerdo, nos ha acostumbrado a no quedar en ella, más bien a utilizarla como
paso de un sitio para otro.
Aún veo cuando, donde ahora está el monumento al bimilenario, había servicios públicos subterráneos con accesos protegidos con barandillas de tubo donde, junto a ellas, trabajaban limpiabotas lustrando zapatos a clientes apoyados en las barandillas. Cuna de comentarios, noticias, habladurías. El “me han dicho”, “se dice que” o el “he oído”, eran latiguillos que precedían a informaciones nacidas alrededor de estas barandillas.
Aquella plaza provinciana ha
ido dando lugar a ésta, pero manteniendo su carácter. Ya no hay bazares
generalistas, hay tiendas especializadas. Los coches de punto, que antes
estaban en la parte de las agustinas, ahora cambiaron de nombre, se llaman
taxis, y están junto a la Calle del Progreso. Pero siguen en la plaza, siempre
zona de paso.
Esta plaza tiene un trazado
alargado de modo que queda dividida en dos partes bien definidas. Una de ellas,
ligeramente en pendiente, sube hasta la parte superior, horizontal. Dos partes
de una misma plaza que veo muy diferentes en cuanto a su uso ciudadano, pues
mientras una, la de arriba, es una muestra del ajetreo ciudadano, en la de
abajo hay lugar para el reposo, el paseo y el disfrute de la belleza, que es mucha
en el entorno. Es en esta plaza donde se encuentran los edificios civiles más
nobles de la ciudad, (es mi opinión), varios de ellos obra de nuestros
Maquieira y Vila, que permanecen como exponentes de su labor en Lugo. Otros han
desaparecido mártires de falsas modernidades y claros afanes especulativos.
Y el monumento. Nuestro señorial
modo de decir que Lugo cuenta dos mil años de edad. Una columna de inspiración
romana y, sobre ella, un águila romana que alza el vuelo, acaso porque alguna
zona del Imperio se desmadra. Me gusta porque tenemos dos mil años de edad y
decirlo no es presumir de nada. Al pie del monumento tenemos una bonita
ornamentación con flores de temporada, esas que los jardineros se encargan de
ir renovando de modo que siempre haya plantas en flor . Zona de fotos para el
visitante.
Esta plaza ha sido lugar de
encuentro de nuevas corrientes de pensamiento. Partidarios y detractores de
ellas se encontraron en la plaza y se confrontaron en ella. Así ocurrió siempre
que tuvo que ocurrir, pero nunca llegó a más el nivel de desencuentros.
Antaño, había bazares
bulliciosos en las aceras, tiendas que tenían de todo lo imaginable y que hoy
perviven en el recuerdo de unos cuantos, cada vez menos. Puestos a novedades,
aunque recuerdo las tiendas del fondo de la plaza, con su panadería, la
armería, la emisora de radioaficionado, nunca olvidaré el impacto que tuvo en
Lugo la apertura de las primeras galerías comerciales. Galerías de Santo
Domingo se llamaban y en ellas habían tiendas de alto nivel: Joyería (con
anuncio radiofónico en verso), juguetería, tienda de lotería, estanco y, al final,
la gran tienda de embutidos. Aquello era otra cosa para mejor, lo nunca visto. Con
el tiempo, la novedad se fue amortiguando, las tiendas dejaron de ser lo que habían
sido, siendo substituidas por nuevos negocios. A pesar de tanto cambio, la
plaza mantiene su carácter de zona de paso, también lugar de recepción de toda
cuanta novedad pueda llegarnos.
Si, me gusta mucho esta
plaza. Le tengo cariño.
La Plaza de Santo Domingo es un lugar entrañable.
ResponderEliminarAbrazos
Chiruca
Depende de lo que entiendas por entrañable, Chiruca. Para mi, lo digo aquí, no lo es aunque le tengo cariño. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminar2000 años sin muy pocos con el lustro que yo tengo de venir comentando y leyendo a mi querido profesor, me acuerdo con seis años hace 50 de las maleteros y los limpiabotas de santo domingo, cuando bajaba hacia el gran teatro o tomaba un heladito en la plaza...
ResponderEliminarSi, Jose Maria, esa plaza nos trae recuerdos muy especiales a cada uno. Gracias por tu comentario.
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