En un artículo anterior alabé nuestros árboles y creo que con razón. Hoy comentaré las cosas que me desagradan en cuanto al trato que les damos en nuestra ciudad, creo que también que con razón.
Una
opinión personal mía es que en nuestros jardines se plantan los árboles sin
tener en cuenta el tamaño que tendrán sus copas. Así, al crecer, aparecen
apelotonados, como vemos en algunas partes del jardín de la plaza del Ferrol y
en varias zonas del parque Rosalía de Castro, donde se entorpecen entre ellos y
no pueden desarrollar plenamente sus copas. Tal vez en esos jardines sobre la
mitad de los árboles que vemos. Puede ser que a los que quedasen los viésemos
más airosos y el conjunto ganase en armonía. No vale cualquier persona para
plantar un árbol si se quiere hacer con sentido.
Tenemos
árboles que, sin tener en cuenta su valor o singularidad, me parecen muy fuera
de lugar. Como los pobres árboles del amor o de Venus, llamados así por la
forma acorazonada de su hoja. Están desperdigados delante de lo de San Marcos,
(llamar plaza a aquello vulnera el concepto que tengo de plaza tanto en sentido
urbano como en el humano). Allí, con un triste alcorque disimulado bajo unas
lajas de pizarra me dan pena. Olvidados, sin la dignidad merecida como seres
vivos, parecen esperar mejores sitios que les traerían mejores tiempos. Me
parece que son pocos quienes se han fijado en ellos. Bonitos árboles dignos de
mejor destino.
Otros
árboles que encuentro fuera de lugar son los magnolios de la calle de la Reina.
Tienen unas copas voluminosas, demasiado grandes para la estrechez de la calle.
Desmadrados, quitan la luz a los primeros pisos de muchas de las casas de la
calle. Casas bonitas, con fachadas dignas de ser admiradas, pero ocultas por
una plantación desacertada. Tal vez tampoco se tuvo en cuenta el tamaño del
árbol crecido. Los magnolios crecen mucho, miremos los dos de la plaza Mayor o
el de los jardines del Museo Provincial. Claro que los de esta calle no
alcanzarán tal tamaño, pues están plantados en recipientes de hormigón, enterrados
bajo el nivel de la calle y que contienen poco volumen útil de tierra. Esta poca
disponibilidad de suelo será un factor que limite su crecimiento, pero no
auguro buen futuro a esos bonitos magnolios, también dignos de mejor destino. Yo
les buscaría un lugar amplio, en el que se encontrasen proporcionados con su
entorno.
Cuando
los olmos (negrillos) de la parte baja de la Plaza Mayor murieron por epidemia,
se plantaron árboles con copa de forma adecuada para el espacio en que iban a
desarrollarse. Esa forma se mantiene con el tiempo mediante un trabajo
continuado de poda, sabiendo lo que se quiere hacer. Pero no se hizo y hoy,
pasado un tiempo desde que se pusieron allí, forman un triste conjunto de
árboles desacompasados en su modo de ramificación.
Hay un árbol que echo en
falta en el recinto amurallado. Me refiero al Serbal de los cazadores. Es
bonito, de hoja caduca y con frutos en baya, visible desde final de verano. Su
área de distribución se extiende por los Alpes, Pirineos, Cordillera Cantábrica
y llega hasta nuestros Ancares y Cebreiro. Es decir, plantados en nuestra
ciudad estarían como en su casa. Creo que si tenemos un especial cuidado con el
urogallo, es obligado hacerlo también con otro ser vivo autóctono, este árbol,
y tenerlo en la ciudad como muestra de cariño, de respeto o de ambos
sentimientos. En realidad, el serbal está presente en Lugo con toda dignidad,
pues adorna diversos tramos de la Ronda das Fontiñas, pero me gustaría verlo
dentro del recinto histórico.
Otro árbol ausente por
completo es el carballo. Ya sé que nuestros bosques circundantes son
carballeiras. Pero me refiero a algún ejemplar, siquiera uno, tratado con el
cuidado y el respeto que se merece. Por la Aceña de Olga se han dejado parcelas
con restos de bosques anteriores a los trabajos de urbanización, pero me
gustaría verlos aquí, en algún lugar que nos recordase nuestro origen como
seres unidos a nuestra tierra. Ellos y nosotros.
Me ha gustado mucho que menciones el serbal de cazadores (Sorbus aucuparia, no?).
ResponderEliminarMe parece un árbol muy elegante y precioso, tanto en floración como cuando tiene los frutos.
Nosotros, en Guils de Cerdanya, tenemos cuatro ejemplares en el jardin, uno de ellos nació de semilla.
Gracias por tu hermoso artículo.
Carmina
Muy bonito detalle, Carmina, de vuestro Serbal nacido de semilla. Un buen dato acerca de la adaptación de su árbol progenitor.
EliminarBeso, Emilio
Graciass a ti por tu comentario. Sí, es Sorbus aucuparia. lo echo de menos en algún jardin de Lugo, que tiene muy bonitos árboles. Tal vez los lucenses no dan mucho valor a este patrimonio arbóreo, pero está en las calles para disfrute de todos.
ResponderEliminarGracias de nuevo, Carmina.