Sin ser consciente, vi nacer esta plaza. Eran tiempos de la Gimnástica Lucense y acompañaba a mi padre a Los Miñones, al futbol. Terminados los partidos, “volvíamos a Lugo” paseando por el centro de la carretera. Al llegar al cruce, más o menos, de la actual calle Mallorca, torcíamos para ver las obras, pues un amigo nuestro tenía allí tierras. De la iglesia, no había nada, salvo una pequeña capilla, del Perpetuo Socorro se llamaba, que estaba entrando a la derecha. El resto, obras, andamios y derivados. Hablo del entorno de 1950, más o menos.
Con el
tiempo la plaza se fue configurando más o menos tal como la conocemos hoy. A su
alrededor crecieron casas para albergar a nuevos vecinos que llegaban, muchos
de ellos para trabajar en FRIGSA. Una iglesia aglutinando inmigrantes. Los
ingredientes necesarios para generar un barrio que creció populoso, lleno de
vitalidad.
De la
vida cotidiana, qué voy a decir. Aparecieron tiendas que cubrían las
necesidades inmediatas y bares en los que se forjó un buen ambiente local. De
allí surgió una cofradía de Semana Santa y las fiestas del barrio, las de la
Milagrosa, celebradas el primer fin de semana de Septiembre, cuando el otoño ya
está en puertas. Luego surgió otra fiesta, la de San Isidro. Por carnaval
también recuerdo mercadillos de filloas y otros productos del tiempo. Siempre me
ha gustado visitar la plaza en sus días de fiesta.
Hoy, la
plaza está bonita. Peatonal, dejó atrás múltiples diseños de tráfico más o
menos acertados. Ahora está pensada para el disfrute peatonal y sus estructuras
son las adecuadas para este fin. Hay árboles de sombra, cerezos de jardín con
su bonito porte en los primeros días de primavera, numerosos bancos y céspedes
más o menos amplios donde los niños pueden corretear.
Claro que
al ser peatonal, toda la explanada que se extiende ante la iglesia es un buen
espacio para juegos infantiles. Esa explanada siempre ha sido lugar de
encuentros. Hoy son diferentes, pero siguen teniendo el mismo marco.
Recuerdo
el palco que presidía la plaza en sus días de fiesta. Aquel palco centró
pregones, desfiles, premios, discursos. En su lugar hoy hay un pequeño parque
infantil en el que los niños juegan y se conocen mientras sus mamás charlan y,
también, se conocen.
Recuerdo
el club de jubilados en la esquina con la calle Mallorca, el colegio en la
esquina con la calle Divina Pastora y cómo el barrio se fue configurando
alrededor de la plaza, adquiriendo cada vez más y más esa personalidad propia
de los barrios de ciudades antiguas.
Los
centros de las ciudades siempre estuvieron habitados por los ciudadanos de
siempre, los que se creían ser poseedores del sentido de la urbe y que marcaban
el rumbo de la comunidad. Los barrios eran lugares de avenida, de acogida de
inmigrantes, de aglutinaciones culturales. Pero también el crisol de la riqueza
que tal cosa significa.
En muchas
ciudades, aún hoy vive esta sana pugna entre el centro y las periferias y
siempre con resultados muy creativos para las comunidades. Recuerdo nuestras
fiestas de San Roque, de Recatelo, de Montirón, de San Lázaro y otras tantas,
muchas de ellas olvidadas y solo persistiendo en el recuerdo de los mayores de
cada lugar. Pero mientras todas se fueron difuminando, las de la Milagrosa
siguieron atrayendo cada vez más gente y haciéndose un lugar respetable en el
calendario festero ciudadano. Durante un tiempo hubo una sana rivalidad entre
las fiestas patronales de la ciudad y las de este barrio, que a causa de ir
incrementando afluencia ha tenido que trasladar su lugar de celebración para
dar cabida todos cuantos acudimos a su reclamo.
Para mí,
el acceso más bonito a la plaza es por la calle de la Divina Pastora, con
múltiples detalles encomiables. Una calle llena de vida y la fachada de la
iglesia al fondo. Su banco serpenteante es una sorpresa agradable, la rosa de
los vientos más propia de un paseo marítimo, es bonita y queda bien donde está.
Alegra el suelo, valiente en esta ciudad que a veces resulta timorata con tanto
piso gris.
Me gusta
esta plaza y le tengo cariño.
Recuerdo el domingo de Ramos, en Semana Santa, que salía la procesión de esa plaza, presidida por el Paso de Jesús en el borriquito, como decíamos de pequeños. Era el punto de encuentro de los soldados romanos, las niñas con túnica,....
ResponderEliminar¡Cuántos recuerdos!
Besos
Chiruca
Si, Chiruc. Este entorno me trae muchos buenos recuerdos y siempre me gusta ir hasta allí.
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