lunes, 28 de junio de 2021

Jardín del Museo (Publicado el 28, junio, 2021)

 Veo nuestros jardines bonitos y bien cuidados. No esperen de mí que ponga faltas en su mantenimiento, siempre mejorable. Vienen a ser como una segunda referencia en la visita que se pueda hacer a nuestra ciudad, pues quienes vienen se fijan en nuestros monumentos y después, en nuestros jardines. En general, causan buena impresión. A veces hay cosas inexplicables, al menos para mí. Si nos fijamos en el recinto amurallado y trazamos mentalmente un eje que arrancando en la Rúa Nova, siga por Conde Pallares para salir por Obispo Aguirre, resulta que todos los jardines de dentro de murallas están a un lado de ese eje. Desconozco la causa de esa extraña disposición.

Tenemos jardines para todos los gustos: amplios, floridos, acogedores, dados a la diversión o al esparcimiento. Todos esos tipos adornan nuestras plazas y rincones. Pero hay uno, solo uno, muy especial por el grado de intimidad y romanticismo que encierra. Tal vez sea un jardín que muchos han visto al pasar, pero pocos se han adentrado en él, seguramente sin saber la causa. Me refiero al jardín del Museo Provincial.




Entre la Rúa Nova y paredes laterales del Museo Provincial, encontramos este jardín de reciente creación como espacio público. En su origen, aquí estuvieron las huertas del convento de franciscanos, cuyo edificio dio lugar al actual Museo. Hoy, en este jardín encontramos dos árboles muy especiales, un magnolio gigantesco, que en verano nos ofrece sus flores, y un acebo, también gigantesco y de hoja verde y amarilla. Estos dos ejemplares darían, por sí solos, gran importancia a ese lugar, pero hay más cosas interesantes en él.

El jardín fue diseñado por F. Pons Sorolla, un arquitecto urbanista que en nuestra ciudad dejó huellas de su trabajo. Consciente del valor del magnolio y del acebo, y de que estaban a un nivel superior al de la calle, ideó una disposición en dos niveles, de manera que no se dañasen sus raíces. Resultó una solución tan acertada, que hoy ni nos llama la atención tal singularidad.

Creo que es el espacio público con mayor información que hay en nuestra ciudad. Está recogida en el panel de entrada, así como en la explicación que se puede descargar con códigos QR. Nada más entrar, nos encontramos con un panel de fácil lectura e interpretación, en el que se nos ofrecen varios detalles del lugar, así como se presenta un plano con indicación de los árboles que podemos encontrar allí, (además de los dos indicados, arces, abedules, prunos) y de los arbustos, así como piezas arqueológicas, de interés cultural o representativas de escultores modernos contemporáneos, entre ellos algún amigo nuestro. El suelo es bonito y acertado, pues está constituido por pizarra de través y cintas de granito.

Los límites del jardín vienen definidos por un lienzo de casas de la Rúa Nova, casas bonitas y cuidadas, y la parte exterior de la cocina del antiguo convento y de su comedor, hoy estancias del Museo.

Todo semeja un conjunto muy armónico, silencioso, casi pareciendo formar parte de otro lugar, no sé cuál, pero parece extraño que, al lado de una calle muy transitada, nos encontremos en este lugar tan íntimo, tan diferente. Tal vez, solo tal vez, los bancos de granito no sean muy apropiados para ofrecer asiento en un lugar poco soleado y con un clima tan frío como tenemos. Subsanable.

En este jardín encontramos objetos muy diversos, pues vemos árboles singulares, otros propios de nuestra flora, arbustos, lienzos laterales de un edificio monumental, restos arqueológicos, como una piedra miliaria o molinos manuales, un antiguo cruceiro de traza muy popular y obras escultóricas contemporáneas no figurativas. Pero todos ellos juntos forman un conjunto armónico nada disonante. Allí nada desdice de nada, a pesar de ser objetos cuyos orígenes distan en el tiempo. Todo engarzado mediante una ornamentación vegetal acertada.

Adosada a los pies del exterior de la antigua cocina, encontramos una pila correspondiente a una fuente cegada tal vez por motivos sanitarios. También está cegada otra bonita fuente que, adosada a la pared exterior del jardín, vertería su agua a la pila que tiene en la Rúa Nova.

Un bonito lugar para vivirlo y tenerle cariño.

 

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