Si nos imaginamos una superficie sin casas, al natural, que bajase desde a Mosqueira hasta el río Rato, al principio caería en suave pendiente pero, luego, por San Roque, la caída sería rápida. Así ocurrió hasta que a principios del siglo pasado quien podía hacerlo encargó a Eloy Maquieira que hiciese un muro (una presa más bien) de contención para allanar el desnivel.
Se hizo
el muro, se rellenó de escombros y apareció una explanada hermosa y amplia que
se ganaba para el urbanismo local. No me imagino cómo estuvo configurado antes
el lugar, pero me gusta mucho cómo lo vemos y lo vivimos en este tiempo. Claro
que las edificaciones aparecieron en el desnivel que baja hasta la actual Ronda
das Fontiñas, pero quiero creer que E. Maquieira imaginó su obra coronada por
un banco corrido de granito y con rejas como respaldo, que también podía hacer
las veces de mirador. En aquel entonces paisaje no faltaba, la verdad.
Hoy la
llanura conquistada al desnivel es un bonito jardín con un profundo toque de
romanticismo, según mi modo de ver. Un jardín con árboles y arbustos en el que
los tonos de verdor son el principal elemento ornamental, Tal vez muchos no se
han dado cuenta de la ausencia de flores en el Jardín de San Roque, pero todos
hemos captado la armonía de sus colores, en este caso una amplia gama de
verdes.
Tenemos
allí desde el verde casi negro del tejo hasta el esmeralda del césped, pasando
por el brillante del acebo, el tono apagado del ligustrum o el de tonos púrpura
del durillo. Todo armónico y en proporciones muy compensadas las de unos
colores con los otros. ¿Quién tendría la afortunada idea de un jardín basado en
diferentes tonos de color? Vaya mi aplauso para él y los valientes que le
secundaron en su avanzada idea paisajística.
Los tejos, altos y delgados, prestan un bonito toque de verticalidad a un lugar que se presiente bien cuidado y acogedor. Las plantas arbustivas están bien recortadas y, en general, se está muy bien allí. Hay muchos bancos, muchos, con listones de madera.
Durante un amplio período de tiempo, en este jardín estuvo situado un busto de nuestro Juan Montes, un monumento que siempre me ha recordado un reloj de consola, pero bonito y esbelto. Cerca del monumento, la Peña Amigos de San Roque colocó una placa de homenaje conmemorando una efeméride del músico. Hoy el monumento ha vuelto a cambiar de sitio, y van cuatro con este nuevo. El traslado se hizo entre confinamientos, tal vez con prisas, y se dejó la placa conmemorativa olvidada en el jardín. Allí está, solitaria sin sentido y sin monumento al que rendir homenaje. Tal vez olvido, tal vez dejadez o por menosprecio, pero esas cosas ocurren y son dolorosas e incluso ofensivas. Con alguna sensibilidad y conocimiento del caso, se habría trasladado el monolito y todos contentos, pero tal vez se careció de ambas cualidades en quien se supone que debe tenerlas. Estas cosas me duelen mucho, pues en una ciudad a la que profeso cariño, ocurren estos detalles que son como notas desafinadas que estropean un buen convivir. Pero el ciudadano parece acostumbrado a desafueros y detalles inexplicables.
Se
llevaron a Juan Montes a otro sitio, pero ha dejado un vacío y un monolito. ¿Se
va a poner algo en el sitio vacante? A mi se me ocurren dos esculturas
posibles, que quedarían muy bien allí.
Pero
volvamos al jardín sin olvidar lo comentado. El lugar tiene su historia que
viene de lejos, como nos indica el museo situado tras la capilla. Aquella
iglesita barroca, de granito, con espadaña y pórtico con cancilla, es un buen
telón de fondo, con aire rural, de un lugar que me parece de los más acogedores
de Lugo.
Solo
encuentro una pega en el jardín: el profundo estado de dejadez en el que se
encuentra. Hay arbustos diseñados para ser recortados, que exhiben ramas de más
de 30cm de longitud. Lo mismo ocurre con los ligustros, que tras unos años de
abandono están perdiendo su elegante morfología inicial.
Nadie se
queja tal vez porque nadie lo ha notado.
Ojalá este artículo de un "toque" a los responsables" para adecentar el jardín y ubicar la placa de Juan Montes al lado del monumento a nuestro insigne músico.
ResponderEliminarBesos
Chiruca
Dudo mucho que tan insignes lucenses se entretengan leyando esto. De todos modos, sí que haría falta una mirada cuidados sobre estos rspacios ciudadanos. Después de los monumentos, los visitantes hablando de los jardines. Y, también, si no se arreglan por ellos, habría que tenerlos aderezados para nosotros mismos y para nuestro disfrute. Es mucho pedir, Chiruca? Besos.
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