En un escrito anterior, he hablado de algunos aspectos de la vida cotidiana de los lucenses en el Imperio Romano. También comenté el hecho de que en el Museo del Carmen hay dos máscaras de teatro, en diferente grado de conservación, pero dos. Esto nos permite pensar que en Lugo hubo representaciones teatrales y que los habitantes conocieron los sentimientos representados en ellas. Hoy podemos preguntarnos cómo sentían aquellos romanos, cómo eran las relaciones de amistad y de cariño entre ellos.
Para
intentar responderme a esta pregunta voy a nuestro Museo Provincial. En su
claustro hay una amplia representación de monumentos funerarios de aquel
tiempo, que recuerdan a personas que vivieron en Lugo o en sus alrededores.
Estelas, lápidas, aras a dioses diversos, nos hablan de gente de hace unos
dieciocho siglos y que han conseguido ser recordados hasta hoy. Quiero
reflexionar sobre el contenido de algunos epitafios, de lo que nos dicen o lo
que nos permiten pensar.
Me
emociona el ara en memoria de Philtates del siglo III d.C. Me conmueve quiénes
erigen este recuerdo: “sus compañeros esclavos” ¿Cómo sería Philtates para
desencadenar esta acción en sus compañeros? ¿Cómo serían sus compañeros que no
se preocuparon en ocultar su identidad social? Allí está el ara, dedicada a los
dioses Manes, los dioses de lo profundo. Seguro que les costó su dinero, pero
quisieron dejar constancia de que Philtates no había sido indiferente en sus
vidas.
Y también
están los recuerdos familiares. Las esposas, los hijos, los desconsolados
padres erigen aras en recuerdo a sus hijos. El dolor en esas inscripciones es
grande.
Porque
ahí quiero llegar, al dolor que transmiten los textos. El desconsuelo ante la
pérdida del hijo, del padre, del hermano, del amigo. Y como si el difunto pudiese
leer las inscripciones, se le habla a él: “tus padres…” “tus amigos…” “tus
hermanos…” La idea de que el muerto no murió y se le dirige el comentario.
Me gusta
ver que este espíritu se ha mantenido a los largo de todos estos siglos. También
el dolor expresado en algunas lápidas parece un dolor de hoy. La soledad, la
angustia y el dolor por la pérdida se reflejan en aquellos textos con una
actualidad tremenda.
Tal vez a
esos niveles de sentimientos, auténticos y profundos, el tiempo no pasa, porque
hablamos de características consustanciales nuestras. Allí quedan esos
exponentes de un dolor de entonces, pero que es de siempre.
En cuanto a la vida familiar, tenemos una estela, la de Crecente, que
nos aporta alguna información. A pesar de la dureza del granito, los canteros
se preocuparon en presentarnos la finura y la fidelidad de su trabajo. Los
pliegues de las togas caen como caerían los naturales, los cabellos nos
permiten ver cómo eran los peinados. Todos los detalles que se quisieron
exponer, se expusieron sin otro límite que el deseo de quien encargó las
estelas.
La estela de Crecente, de aquí al lado, es muy completa y nos dice
muchas cosas. Tiene esculpido un epitafio, que viene a decirnos que “Apana,
hija de Ambolo, que vivía en tierras de los Célticos, al norte del Tambre,
murió a los 25 años y está enterrada aquí. Su hermano, Apano, fue el promotor
de esto”. La traducción es muy superficial, mía, pero lo primero que me
impresiona es la temprana edad a la que murió Apana. Hoy, febrero de 2022,
sería considerada casi una adolescente.
Hay un detalle esculpido en esta estela. Es el grupo familiar
formado por el padre, de pie tras dos mujeres sentadas, tal vez una de ellas
Apana, y el niño que, por pequeño, aparece sentado sobre las rodillas de una de
las mujeres. Es una composición romana con el paterfamilias cobijando o
amparando a los demás.
Yo encuentro que la composición del grupo ha sido constante en los
modos de representar familias hasta mediados del siglo XX, cuando las fotos
eran “de estudio”. Esa representación nos resulta muy familiar a todos los
lucenses.
Me gusta imaginar cómo debió ser el Lucus Augusti de entonces. Ojalá sigamos con nuevos hallazgos
que nos permitan conocer mejor nuestro pasado, que es un modo eficaz de
conocernos mejor a nosotros mismos.
Las inscripciones de las lápidas funerarias son una fuente de información importantísima que ayudan a recomponer el pasado.
ResponderEliminarAbrazos
Chiruca
Si, Chiruca. Me gustaría que en nuestro Museo Provincial, junto a cada monumento funerario se pusiese su traducción. Sería muy interesante e ilustrativo para el visitante. Gracias por tu comentario.
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