lunes, 27 de junio de 2022

Paseo de los tilos - Publicado el 27 de junio de 2022

En términos urbanísticos, el salón es un tipo de paseo, siempre arbolado, netamente español y desarrollado a partir del siglo XVIII, que experimenta su apogeo durante el romanticismo, en pleno siglo XIX. Además de las aceras, el salón consta de tres vías, de las cuales la central es la más ancha, está arbolada y se utiliza como paseo. A ambos lados tiene calzadas unidireccionales para vehículos.

Nuestro Paseo de los tilos es un claro ejemplo de este tipo de estructura urbana. Aunque se llama Avenida de Rodríguez Mourelo, lo conocemos como “de los tilos”, tal vez por desconocer quién fue el químico que le presta su nombre y, también, para singularizarlo de manera sencilla, pues es la única vía arbolada con tilos que tenemos. Me gusta mucho este paseo y lo encuentro bien cuidado. Los diferentes diámetros en los troncos nos hablan de un buen mantenimiento de los árboles que, cuando es conveniente, se van renovando.



El suelo de la parte central, la destinada a paseo, está algo elevado en relación a las vecinas calzadas de coches. Está muy bien presentado y ya me gustaría que sirviese de ejemplo para otras superficies ajardinadas que tenemos. Este suelo simula estar enlosado y aleja charcos y barros siendo cómodo pasear por él. En los laterales hay un empedrado especial, además de los alcorques que rodean cada uno de los troncos de los tilos. Resulta un conjunto bonito, limpio y elegante. También son elegantes los bancos, que evocan los jardines románticos del siglo XIX. Elegantes, sí. Evocadores de otros tiempos, también. Pero incómodos y fríos en este clima lucense en el que las horas de sol no son suficientes para calentar esas grandes masas de granito que lucen de modo nostálgico, pero que no sirven para atenuar el cansancio de paseantes. Podrían quedar allí estos bancos como testimonio de otro tiempo, alternando con otros, de diseño actual y más acordes con las nuevas necesidades acerca de nuestro descanso.

Es curioso, pero los lucenses utilizamos las aceras de este paseo cuando tenemos destinos concretos, casi nunca como paseo. Es la parte central la que dedicamos a pasear, y lo notamos por el diferente ritmo con que el transitamos por él. Por allí nuestro andar es más pausado, más lento. Un ritmo que continuaremos por el parque y no abandonaremos hasta que salgamos de él.

La vía tiene más de treinta metros de ancho, que ya es anchura para Lugo. Esto le confiere un indiscutible aire de amplitud. No hay casas cerca ni ruidos derivados. Pero es que, además, como la mayoría de los edificios que jalonan el paseo poseen porciones ajardinadas en sus frentes, la anchura real de la vía es mayor y todo eso propicia que la sensación de amplios espacios que sentimos allí sea más agradable. Además, esos mismos edificios poseen poca altura, quedando en algunos casos casi ocultos tras sus particulares masas forestales. También es cierto que la magnífica balaustrada de granito que guarda el Instituto confiere un hermoso aire de majestad al entorno.

En todo tiempo encuentro bonito este paseo. Si en verano es agradable acogerse a su sombra, su color amarillo otoñal confiere un mágico tono ambarino a todo cuanto está bajo las copas. En invierno, a causa de su misma amplitud y los árboles desnudos, el paseo adquiere un aire desolado, pero también muy rural.

Transmite sosiego, es cierto, pero no está reñido con la algarabía diaria que forman los alumnos de los institutos en las horas de recreo. Entonces, todo el paseo hierve al ritmo de los adolescentes quienes, fieles a su edad, se expanden por él y por el parque, llenando con su vitalidad todo el entorno.

Durante el mes de octubre también este sosiego desaparece debido a que es en él donde se coloca parte del ferial de San Froilán, nuestro santo patrono. Durante ese mes los feriantes querrán vender sus productos así como los dueños de tómbolas y otras atracciones. El gentío que se agolpa allí es inimaginable, mientras los altavoces rivalizan en ruido promocionando lo suyo. Cuando marchan a otro destino, se les puede desear que encuentren tanto bien como paz y silencio dejan.

4 comentarios:

  1. Un tono ambarino,cuanto vocabulario,cuanta explicación,para un vuadi ignorante,sl que cuando alguien le dice quedar en los tilos es quedar a tomar una cerveza,y el sentido es de un máximo amplio espectro,como siempre,dale un beso de mi parte,dice mi mamá,que aún así se acuerda de su querido Emilio.

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    1. Gracias por tu comentario. Sí, tono ambarino. Un tono conocido por tu madre y admirado en sus largos otoños trabajando en el entorno de este paseo, o salón. Dale recuerdos de mi parte.

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  2. Qué recuerdos me trae tu semblanza de la Avenida de los Tilos.
    En mi infancia, mi padre me elevaba hasta las ramas y me daba la impresión de que volaba.
    En la adolescencia me recuerda cuando lo atravesaba por uno de sus extremos para ir a clase al Instituto de Nuestra Señora de los Ojos Grandes.
    Y en mi primera etapa profesional, el Paseo de los Tilos estaba omnipresente desde algunas de las aulas del Instituto Lucus Agusti donde me inicié como profesora.
    Abrazos
    Chiruca

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    1. Me trae recuerdos similares, Chiruca, vinculados al Masculino de entonces, Un paseo elegante y señorial. ¿Te imaginas Salón Rodríguez Mourelo? Gracias por tu comentario.

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