Cuando yo era niño, la calle de la Reina representaba para mí lo más hermoso de la ciudad. También, para mis ideas infantiles, todo cuanto en ella se celebraba tenía la magia de lo importante y singular. Recuerdo batallas de flores, acompañadas de fuegos artificiales con carrozas venidas desde los barrios. También evoco la solemnidad de las procesiones y, entre ellas, la de Corpus, con una puesta en escena que, a mis ojos, representaba lo más bonito que pudiera ver.
Los jueves por la tarde y los domingos por la mañana, se celebraba el llamado “paseo”. Entonces, los paseantes subían por el cantón de la llamada Plaza de España y recorrían la calle de la Reina hasta su encuentro con la plaza de Santo Domingo. Al llegar a la plaza, se giraba para desandar lo andado hasta llegar al fondo del Cantón y volver a empezar. Mientras, sonaba la Banda Municipal bajo la batuta del Maestro Méndez. Allí nos encontrábamos entre nosotros, intercambiábamos recados y, en el fondo, convivíamos.
Había buenos establecimientos comerciales. De aquellos se conservan dos, de sólido prestigio entre nosotros. Vimos cómo las obras de modernización destrozaron muchas fachadas, o casas enteras. Aquellos destrozos casi se han disimulado en tiempos recientes, quedando unos cuantos vestigios de aquel aciago afán modernizador. Había llegado el tiempo de construir casas para vender pisos y locales, un enriquecimiento rápido que no respetó la calle ni sus casas, como en otras ciudades. Ante las máquinas excavadoras cayeron edificios modernistas, pérgolas, balcones y otros elementos exponentes de unas épocas y de cierto señorío ciudadano. Después, las casas perdieron singularidad para ser iguales a las de calles similares en ciudades también similares.
Más tarde vino el problema de las aceras. Se ensancharon para que quedase una sola vía de circulación, sin posibilidad de aparcamiento. Finalmente, en un momento de valentía, se prohibió el tráfico por ella, se peatonalizó mientras muchos detractores de tal medida, ponían el grito en el cielo, como suele suceder, también, en otras ciudades en situaciones análogas.
La calle se enriqueció con algunas farolas de corte romántico, bonitas, y con bancos en su primer tramo, pero no en el segundo. Se puso un suelo feo, de ese tono gris que tanto se usa en nuestra ciudad y que entona con nuestros días de tiempo adverso, tan frecuentes. Como la calle era de tanta categoría se arboló con magnolios, con la idea de poner en ella lo mejor de lo mejor. Tal vez fue una idea que buscaba lo ideal para la calle, resaltando su importancia dentro del conjunto urbano. Pero, para mi entender, con esos árboles se terminó de destrozar una calle que había sido singular.
Me gustan los discretos laureles de la calle del Progreso, los de la calle Aguirre o María Balteira. En ellas, los árboles desempeñan un papel ornamental sin pretensiones de protagonismo. Su presencia es bonita, discreta y no entorpece la visión de la calle. Los magnolios de la calle de la Reina ocultan muchas fachadas hermosas de casas únicas por su decoración en granito. Además, en el primer tramo de la calle, nos impide disfrutar viendo la fachada del antiguo convento de dominicas, hoy sede de la Agencia Tributaria.
Tal vez, plantar estos árboles en esta calle fue un acto de muy buena voluntad que solo pretendía conferir elegancia a una calle llamada a ser elegante. No dudo de la buena voluntad de quien lo decidió, pero creo que tenía muy poca idea de jardinería, desconociendo las básicas en eso de plantar árboles.
Yo, al verla tan atosigada por el volumen desproporcionado de los magnolios en una calle relativamente estrecha, añoro una hilera de camelios blancos discretos, de volumen adecuado. Unos árboles pequeños contribuirían a dar alegría a la calle sin restarle prestancia a lo que la debe de tener, la calle misma. Puestos a pedir, también pediría unos colores más alegres en el suelo, pues el opaco gris que tiene muchas veces contribuye a generar un cierto ambiente de tristeza que no merece esta calle, llamada a ser emblemática en la ciudad.
Le tengo cariño a la calle de la Reina, por eso me apena verla hoy.
Qué recuerdos de infancia y juventud!
ResponderEliminarGracias Emilio.
Abrazos
Chiruca
Cierto. Todos tenemos recuerdos vinculados a esa calle. Besos, Emilio
EliminarCaro Emílio. Que bem expressas meus sentimentos! E eu agora vejo a Celso e a sua mãe sentados nesses bancos da Rainha. E sinto uma pena imensa. E, caminhando para atrás no tempo vejo meus primos da drogaria e meu irmão jogando ao futebol, a rua toda para eles, que paravam quando passava algum coche dos poucos que havia em Lugo na minha meninez. Logo a incomodidade ligada ao "progresso" em que os coches a invadiam para desembocar na atualidade de recuperação do espaço para a gente de "a pé". Que bom, Obrigada.
ResponderEliminarTodos temos lembranzas vinculadas a esta rúa. As más delas, boas lembranzas. E, como dis, un falso concepto de modernidade estragou a beleza que había nela. É o que hai, amiga. Gracias por compartir os teus recordos. Eu tamén vexo aqueles cativos xogando entre cateis de Nitrato de Chile e outros semellantes. Bicos.
EliminarNo sabía que la calle de la Reina había sido tan especial. Existe la tendencia a que todo tenga la misma apariencia en todas partes, cuando lo realmente atractivo es lo que es único de cada lugar, lo auténtico.
ResponderEliminarEs cierto que los magnolios son bonitos pero bastante grandes, me da curiosidad el cómo cambiaría la visión de la calle y sus fachadas con los camelios que mencionas. ¿En cuanto al suelo gris? Este ya es muy, muy típico de Lugo, aunque a saber por qué, si será más fácil de "combinar", o será un asunto de presupuesto, qué sé yo. En una publicación pasada hablabas precisamente de este tema del suelo, de las excepciones lucenses, y de los dibujos geométricos. Saludos. Silvia
Silvia, lo de los camelios es un asunto triste. Primero hubo el doble de ellos, pues se estrechó la calzada, se ensancharon las aceras y se pusieron camelios a ambos lados de ella. Luego pasaron a ser una sola hilera, y los restantes se repartieron por la ciudad: dos fueron hasta la fachada del cuarte de San Fernando y otros a la calle Betanzos (así se llamaba entonces, en Casas Baratas) Para mi, un desastre.
EliminarEn cuanto el color de los suelos, qué te voy a decir. Se acaba de terminar la obra en Pintor Corredoira y tiene un suelo bonito, con dibujos geométricos que me gustan, pero todo en ese triste gradiente de "gris Lugo" que contagis tristeza. En los telediarios, cuando vemos noticias de otras ciudades podemos ver suelos alegres, coloridos, bonitos. Estos que pisamos no son ni una ni otra cosa. Falta de sensibilidad, tal vez. No lo sé. Pero feo y triste.
Gracias por tu comentario, Emilio
Silvia, en la primera línea de mi respuesta digo "camelios" cuando quise decir "magnolios". Perdona el error, que supongo que has sabido corregir en tu lectura. Gracias de nuevo.
EliminarClaro, sin problema. Me hizo hasta gracia, por lo exacto, la expresión "gris Lugo". Dentro de lo poco adecuado y repetitivo del color, ya se podría considerar algo "propio"... Gracias por comentar la evolución de los magnolios en esa calle, y el traslado de la hilera que faltaría, muy interesante. Silvia
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