Los lucenses disponemos de diversos lugares en los que encontrar tranquilidad y olvidarnos de desencuentros ciudadanos, que siempre terminan sin contentar a casi nadie.
Yo, en tales casos, suelo irme a lo de siempre, lo que permanece
después de rayos y centellas.
Hay,
también, mas de un monumento cuyo interior me llena de tranquilidad, esa
sensación de estar alejado del bullicio callejero de este Lugo de nuestros
días. Uno de esos lugares es la iglesia de San Pedro, la que fue del convento
de San Francisco. Después del paso de la voraces tropas de Napoleón y de
Sí,
la iglesia está desnuda, dejándonos ver la elegancia del estilo gótico en su
primera época. No hay florituras en piedra, ni guirnaldas, ni obeliscos en
forma de agujas más o menos en filigrana. No, las verticales, los arcos, los
contrafuertes están perfectamente definidos, desnudos, a la vista de quienes
los quieran mirar, pues nada es preciso ocultar, ya que todo se ha puesto para
que realice una función.
Creo,
es mi opinión, que cuando se levantó el convento se esperaban posibles vínculos
con personajes de la nobleza local, como ocurre en otras iglesias franciscanas
de Galicia. Pero no hay enjambres de escudos de nobles linajes en sus paredes y
los posibles sepulcros, que se construyeron para albergar restos de nobles
locales, están vacíos o disimulados haciendo la función de altares abrigados
por unos arcos, que ya no son sepulcrales. Estructuras bonitas, elegantes,
distribuidas a ambos lados de la nave principal, despojadas del fin funerario
fastuoso para el que fueron concebidas.
El templo consta de una sola nave con
otra transversal en las que hay tres ábsides, mayor la central. Todo muy
clásico, elegante y, casi diría que con un resultado espectacular, como su
mismo acceso, pues tras una puerta, más bien diría puertecita por pequeña,
lobulada y con un estrecho ventanal superior, vertical, nos encontramos con una
esbeltez rayana en la arrogancia. Quedan superados en el tiempo los templos
románicos, hermosos aunque pareciendo no poder despegar del suelo. Este, de San
Pedro hablo, parece subir hasta donde pueda. La techumbre de madera elimina
peso y permite altos vuelos. Los arcos que la sostienen son recios, bien se
ven, pero la altura que alcanzan es para tener en cuenta. Esa altura, traducida
en amplitud, confiere al interior del templo un aire de grandiosidad, sí, pero
no exento de intimidad y serenidad. La luz que entra a raudales por vidrieras,
ventanales y rosetones, genera un interior con tal aire de tranquilidad, que
hace que uno se sienta muy a gusto. Además del gran ventanal de la fachada, la
nave transversal tiene dos rosetones en sus extremos. La verdad es que en no
muy buen estado, pero allí están. Hay luz, luz en el interior del templo.
La iglesia tiene una singularidad digna
de ser resaltada. Su cubierta mudéjar, levantada por iniciativa de un arzobispo
foráneo, Fray Pedro López de Aguiar, que quiso lo mejor para la ciudad. Entre
otras obras emprendidas bajo su mecenazgo, tenemos estas bóvedas sobre las
naves y la cúpula que definen al cruzarse. Bonitas y singulares estructuras que
aliviaron de peso a las paredes y hoy nos permiten presumir de estructuras constructivas
propias de tierras lejanas.
Es la Iglesia privilegiada de Lugo,la que tiene una mejor doloridas,por sus características,aquí de casaron mis papas,me bautizaron a mi,y tuve un tiempo de prácticas,más allá de los interesantes comentarios,que haces,perfectamente comprensibles pata el lector sobre su estructura,para mí prevalece una imagen insustituible de este Lugo tan nuestro,besos en xasa
ResponderEliminarComprendo que te emociones al hablar de San Pedro. Son muchos los recuerdos entrañabñes que tienes vinculados a esta iglesia. A muchos nos pasa lo mismo. Gracias por tu comentario. Besos en casa.
EliminarEncántame esa referencia aos lugares que nos achegan paz: o adarve da muralla, o parque, o museo ou o interior da igrexa. Certamente eses espazos axudan a colocarnos nun tempo que non é este, nunha situaicón case atemporal que nos leva a sosegar pensamentos.
ResponderEliminarGrazas ¡, unha vez máis, por deterte nese Lugo que compartes.
Un saúdo!
Pilar
Gracias a ti, Pilar, por ver os artigos con xeito que os ves. Certo, para o meu modo de ver, temos lugares polos que parece non pasar o tempo, lugares moi apropiados para illarnos do cotiá, as máis das veces unha presada de toleadas intrascendentes. Gracias de novo.
EliminarEmilio Valadé tiene la virtud poética de con sus juegos de palabras, hablarnos del pasado y trasladarnos al presente al mismo tiempo.
ResponderEliminarCuando leo estos apuntes de caminante, siento que paseo por el interior del edificio, gozando de su serenidad y de esa ilumninación tan particular.
Son testigos del pasado, que la vorágine del presente trata de enterrar.
Gracias por ver de ese modo mis escritos, que hago a ciegas, sin saber para quién escribo. Gracias a algunos, tú entre ellos, conozco a mis lectores y lo que encuentran en mis textos. Eso que dices que "la vorágine del presente trata de enterrar" depende de nosotros que lo logre. Gracias por tu comentario.
EliminarGracias Emilio por la preciosa descripción de la que fue la Parroquia de mi niñez!
ResponderEliminarBesos
Chiruca
Gracias a ti por tu fidelidad al seguirme desde el principio de estos mis paseos. También fue mi parroquia. Allí hice mi Primera Comunión un día de Corpus. Besos
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