viernes, 29 de noviembre de 2024

En San Pedro (y II) Publicado el 2 de dic. de 2022

Si tuviese que aplicar un calificativo a este templo, sólo uno, lo tendría sencillo: Solemne. Así es como lo veo cada vez que penetro en él. No hay sorpresa, pero la sensación de sentirme dentro es la misma, la de encontrarme inmerso en un espacio singular. Tal vez fue el fin buscado por los constructores, allá por el siglo XII, cuando se pretendía inspirar en los presentes la sensación de la grandeza divina frente a la pequeñez humana. Hoy se sigue inspirando ese sensación.

Aunque hay algunas cosas que afearle al interior, el conjunto supera esas cosas que, por otra parte, son sencillas de subsanar. No entiendo ese aspecto de trastero transitorio que encontramos nada más entrar en el edificio. Paneles explicativos de diversos eventos, apilados contra los muros desde no sabemos cuánto tiempo, pero con aspecto de seguir allí. ¿A nadie molestan? Parece que no.

Las imágenes son heterogéneas en su estilo. Las hay recientes, de baja calidad tal vez reclamadas por una piedad popular no muy devota de mejores estilos, esos que representan santos envueltos en ropajes removidos por vientos impetuosos, con aire de estar traspuestos en los séptimos cielos. No, aquí las imágenes nos representan a santos en posturas tranquilas, como de merecido descanso.



En esta iglesia, elegante siempre, hay cosas que me extrañan. En una de las estructuras ideadas como sepulcrales, hay una pintura que no tiene explicación de ningún tipo. Viene a representar un tríptico cuyo tema central recoge una bonita escena relativa a la Pasión de Cristo. La madre llora arrodillada junto al cadáver, que ya ha sido descendido. Le acompañan María Magdalena, San Juan y dos elegantes judíos, tal vez Nicodemo y José de Arimatea. Al fondo, vemos un paisaje. En la parte izquierda del tríptico encontramos a un anciano que lleva de la mano a un niño, ambos por el campo. Tal vez el anciano sea San José, por la vara florecida de azucenas, símbolo del Patriarca. En ese caso, el niño sería Jesús, que lleva en su brazo un cestito de mimbre, de estilo muy rural. De la parte derecha no puedo decir nada, pues no me ha sido posible descifrar el contenido de lo representado. Lamentablemente, toda la pieza está destrozada por completo. Sucia y con la capa de pintura astillada, me extraña que no se haya alzado alguna voz reclamando protección para ella. Hoy en su frente luce una línea de cepillos limosneros como una retahíla de peticiones en serie.

Si quitan los paneles, quedarían las naves limpias y daría gusto verlas. Ese sería el San Pedro al que tenemos cariño, pues todos tenemos recuerdos asociados a esta Parroquia. Allí hice mi Primera Comunión, un día de Corpus. Otros fueron bautizados en esta iglesia, o en ella se casaron sus padres. O mil cosas que a cada uno traen evocaciones diversas, siempre entrañables.

San Pedro, abside gótico, austero, y cubiertas mudéjares, de madera. Ese conjunto confiere al interior del templo una gran acústica. Cuando la fuente de sonido se sitúa en el ábside central, los sones ascienden hasta que la misma curvatura gótica del ábside los orientan hacia el centro del templo y, cuando llegan hasta el techo, no reverberan en la madera. No hay eco ninguno, el sonido se oye limpio, sin mezcla de ningún efecto parásito debido a reflejos. En San Pedro escuché por primera vez la Novena Sinfonía de Beethoven en una temprana Semana de Música del Corpus Lucense. Eran los años iniciales de le década de 1970.

Las obras de restauración de la vecina capilla de la Soledad han eliminado un bonito ajardinamiento que jalonaba el lateral del conjunto. Había filtraciones y no soy quien para discutir el dictamen de los técnicos, pero creo, es una opinión personal, que después de subsanados los destrozos, se podría poner alguna masa vegetal que adornase, por contraste, tanta piedra como hay allí. No hablo de jardineritas desproporcionadamente pequeñas, como propias de chalet adosado, sino de elementos amplios, como los que jalonan el porche de nuestra estación de autobuses, con los que se podrían montar bonitos elementos ornamentales.

Si, la iglesia de San Pedro es para presumir de ella.

4 comentarios:

  1. Hoy mi queridisimo profesor,no voy a decir nada más que gracias por esta ilustre guía de bolsillo,ante la cual,la próxima vez que vaya a San Pedro la observaremos y contemplare a conciencia sabiendo lo que veo,y lo que hay,gracias a mi maestro,lo que sí en percata minuta voy a manifestar,es hasta la vagancia de los Curas,tanto cuesta quitar,unos papeles al cubo de la basura semanalmente,y poner los nuevos de la semana,un cura que tenga veinte parroquias,un decir tiene dos minutos en medio digo yo... besos en casa,yo ahora sabes que vivo solo,pero los envío al Cielo de tu parte,también para tu hermana.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Sí, se que tienes parientes proximos en el cielo. También en Lugo hay quines te quieren mucho. Lo de los paneles amontonados tal vez no sea tan sencillo de resolver, pero ya sabes que querer es poder. Besos en casa.

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  3. Cuántos recuerdos afloran en mi mente al leer tu artículo.
    Abrazos
    Chiruca

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    1. Me alegra saber que revuelvo tus recuerdos, que estaban ahí. Besos

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