Con frecuencia, con más de la deseada, caminamos por las calles sin percatarnos de los elementos que las complementan. Tal vez no sean muchos los habitantes de Lugo que recuerden cómo son las farolas de la calle del Progreso, los bancos de San Marcos o los árboles de la de Quiroga Ballesteros.
Andamos con prisas, sin tiempo ni humor para
detenernos en esos elementos que, es curioso, están colocados para realizar una
función y, además, hacer más agradable nuestro caminar por las calles y, en
suma, nuestra vida en la ciudad. Tal vez hacemos nuestras rutas sin darnos
cuenta si vamos por calles bonitas o no. En realidad en esos casos de bonitas,
nos referimos al ambiente ciudadano que conforman los edificios, su situación y
sus complementos que hacen al conjunto más o menos habitable, más o menos
humana. Porque hay calles o entornos que nos gustan y otros de los que rehuímos,
sin saber explicar muy bien a qué son debidas estas actitudes nuestras.
Dejando de lado jardines, que dan mucho para
hablar, ahora me quiero referir a edificios de la zona del interior de
murallas, eso que ahora se quiere denominar como “casco histórico” y me parece
bien, aunque no todo es tan antiguo como muchos nos quieren hacer ver, pero no
son pocos los amantes de los comentarios grandilocuentes.
Muchos edificios nos hablan de épocas concretas. Por ejemplo, de aquella de comerciantes que vivían junto a su negocio. En la planta baja de la casa estaba su local de trabajo, taller o tienda, en la superior su vivienda familiar y en el desván el almacén de mercancías. Como se accedía a la vivienda familiar a través del piso bajo, el del local de trabajo, estas casas no contaban con un portal definido. En Lugo aún contamos con algunas casas de esta época.
Hay una, diría que del siglo XVIII, que siempre me
ha llamado la atención por su singularidad y discreción. Está situada en la
esquina de las calles Dr. Castro y Conde de Pallares, y en su planta baja hay
un negocio de venta al público. Si reparamos en ella, vemos que no tiene
portal, a los pisos superiores se accedería a través de la tienda.
La parte superior, pulcramente pintada de blanco,
nos indica que la casa se construyó siguiendo los dictámenes del barroco
compostelano, conocido como barroco en placas. Era la época en la que grandes
maestros santiagueses construían en Lugo la sacristía de
Curiosamente, la pintura blanca en la fachada ayuda
a una mejor expresión de la finalidad del barroco en placas. La superficie de
la fachada es lisa, pero las ventanas están rodeadas por molduras, con sus
rebordes en los ángulos, que les permiten destacar por sus conjuntos de
sombras. Como son debidas al sol, y nos vamos moviendo con relación a él a lo
largo del día, las sombras también se van moviendo de tal modo que la fachada
va variando en su aspecto.
Abrigando la fachada, ya bajo el alero, sendas
grapas de tres tiras, la central más baja, enmarcan el conjunto, muy clásico en
su presentación: tres ventanas en el primer piso, y balcón central con ventanas
a sus lados en el segundo.
Hacia Conde de Pallares, sólo un balcón y una
ventana en todo la superficie del ala, nos indica que su función fue
simplemente cumplir una necesidad, nunca ornamentación.
Tal vez muchos lucenses no hayan reparado en esta
belleza que tenemos en pleno centro del casco histórico. Forma parte de esas
joyas ocultas, de propiedad privada, que gracias a sus dueños se conservan y
que podemos disfrutar cuando pasemos por esa encrucijada de calles, sin más
esfuerzo por nuestra parte que alzar los ojos.
Esta bien que la fachada tenga donde abrigarse,este tiempo,es lo que tiene,y especialmente estos días más....artículo que despierta en mi curiosidad,y que tendré en cuenta par reflexionar y ver.cuando haga una parada por allí....
ResponderEliminarNo entiendo eso de que esta fachada tiene donde abrigarse. Me alegra despertar su curiosidad. Sí, cuando haga una parada por allí, mire. Se sorprenderá. Un saludo.
ResponderEliminarQuerido Emilio: menos mal que alguien se fija en lo que otrora fue el palacio del conde de Pallares, un enorme caserón con escalera central y en el que hasta hace poco se conservaban las viejas estructuras de adobe (has leído bien, adobe) en el "bajocubierta", en lo que era la cocina y habitaciones del servicio doméstico. Y tanto más señorial se torna el palacio si tenemos en cuenta que dos o tres de los edificios vecinos de la calle del doctor Castro ocupan lo que en tiempos fue la huerta/jardín de los Vázquez de Parga.
ResponderEliminarGracias por la tención que suscitas estas "pequeñas" cosas del pueblo.
Julio Reboredo Pazos
Gracias, Julio, por tu información que enriquece cuanto sabía del edificio, que era poco. Además, tal vez algún curioso, sanamente curioso, también se enterará de cuanto me dices. Gracias de nuevo.
EliminarContigo percorremos a cidade, detémonos onde dis... lévasnps por bos camiños.
ResponderEliminarMil grazas!
Gracias a ti, polo comentario. Un saúdo.
EliminarGracias Emilio por poner en valor nuestro Patrimonio Urbano.
ResponderEliminarAbrazos
Chiruca
Gracias a ti, por seguir mis escritos. En cuanto a nuestro Patrimonio Urbano, no sé, en algunos sitio lo encuentro como ultrajado. No crees algo similar?
EliminarLo de abrigarse fue una broma mia leida en tu comentario soy chema alonso teijeiro,un besiño en casa.
ResponderEliminarBesos en casa, con el cariño de siempre.
EliminarUna delicia Emilio, estos paseos con calma que nos propones, pura poesía contemplativa y meditativa, observándolo casi todo porque siempre dejamos un montón de detalles. Y todo esto cambia con las estaciones meteorológicas y con la luz del día, como aprecian los pintores y fotógrafos.
ResponderEliminarAquellas casas antiguas donde el portal se aprovechaba como local de trabajo, son una pura delicia y deberían de estar tipificadas y protegidas, pero la voracidad constructiva acaba con ellas y con esas profesiones...Gracias Emilio
Gracias a ti, Alfonso, por tu comentario y ver mis cosas como tuyas. Por eso paseamos juntos tantas veces.
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