lunes, 1 de septiembre de 2025

Mi muralla, nuestra muralla - Publicado el 1 de septiembre de 2025

Hace poco comenté que le agradecía a la muralla el hecho de estar aquí, de permanecer. En otras ciudades podemos ver lienzos más o menos amplios, de sus antiguas murallas, hoy bien conservados, cuidados y pretendidamente ampliados, pero antaño derribados en aras de una modernización ciudadana que necesitaba tirarla. En Lugo no ocurrió tal cosa y, cuando hubo necesidad de abrir una vía de paso, se abrió a través de la muralla y se le puso nombre, pero la muralla se mantuvo. De los accesos que tiene nuestra muralla, pocos son originales; los demás se fueron abriendo según las necesidades. Hoy estamos contentos de cómo han sido las cosas.

Tampoco estamos contentos por completo, pero asumimos cómo está hoy, la cuidamos y procuramos que luzca como lo que es, un monumento romano (tardío), único en el mundo por sus características y, por tanto, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Ahí está y como tal la vemos, la acariciamos con la mirada, nos enorgullece y nos hace pensar en qué sentirían aquellos lucenses de antaño que la tuvieron y conservaron sin intención de derribarla, como hicieron en otras ciudades.



Un bien patrimonial en el mejor sentido de la palabra, que hemos recibido y debemos transmitir, conservado y mejorado a los lucenses de las próximas generaciones. ¿Para qué la cuidamos? ¿Para quién lo hacemos? Indudablemente, la misma muralla es el objeto de nuestros afanes, desvelos y preocupaciones, marcando, por ejemplo, el calendario preciso de aplicaciones de cuidados, uso de insecticidas, herbicidas y otros similares. Procesos de estudio del mantenimiento de la estructura de los paramentos, del funcionamiento de los drenajes y mil cosas más que, es posible, ni siquiera sabemos que se llevan a cabo para conseguir un estado adecuado y notable de la muralla, Que, gracias a esta silenciosa labor, luce magnífica cuando la vemos considerándola como de la familia, formando parte del decorado de nuestra ciudad y de nuestras vidas.

Por eso, cuando vienen amigos, la enseñamos con orgullo, con cariño, como lo que es, la gran joya ciudadana. Joya inigualable, y no es por exagerar. Tal vez una muralla con aspecto muy rústico, pero es la nuestra. Estrecha, por eso, los entendidos, deducen que su construcción es de época anterior al uso de cañones con pólvora, cuando las balas hubiesen tenido fuerza suficiente para abrir boquetes en ella. Todo eso, y más, lo saben deducir los especialistas nada más verla y pasear por el adarve. A nosotros nos toca cuidarla disfrutarla y enseñar con cariño a nuestros amigos que la visitan, mientras comentamos con ellos estos y otros detalles que pueden ir apareciendo durante el paseo, porque siempre aparecen temas.

Así lo veo y para mí es suficiente. Un monumento que está enclavado en la ciudad y que nosotros utilizamos con múltiples fines, pues la hemos metido en nuestras vidas. Por ella paseamos, en grupo o en soledad reflexiva. Hay quienes hacen deporte sobre el adarve, o quienes pasean a sus perros. Hemos fotografiado mil rincones suyos y, lógico, tenemos nuestros rincones preferidos. Incluso nuestras direcciones preferidas y, no podía ser de otro modo, nuestros accesos más frecuentados.

Nuestros guías turísticos la conocen perfectamente y están muy capacitados para enseñarla en paseos de diversa índole, sabiendo conferir a sus charlas el tono culto o popular que detecta en el grupo que guía. Pero siempre con rigor y fundamentando cuanto dicen. Por eso, cuando sobradamente sabemos lo que tenemos, me extraña que haya quienes se sientan como ofendidos cuando alguien no supo apreciar la belleza y la magnitud histórica que tenía ante sus ojos. Hay quien ha dicho esto y lo otro. Incluso se ha quejado de lo difícil que le ha resultado aparcar para ver esto que, en el fondo, no valía la pena. Pobres viajeros, que carecían de los conocimientos suficientes para enfrentarse a monumentos tan extraordinarios.

Tampoco la muralla tiene que gustar a todos, faltaría más. Pero yo me pregunto si quien escribió esos comentarios insidiosos quería ofendernos. Hace falta más argumentos, sabemos lo que tenemos y, con el tiempo, cada vez la vamos conociendo más a fondo. Muy felices con ella, con nuestra muralla.

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