lunes, 8 de diciembre de 2025

Viendo Iniciativas particulares - Publicado el 8, dic. 2025

 Estamos en pleno diciembre y, la verdad, el tiempo no está muy definido. Hay días claros, soleados con aire limpio y temperaturas agradables. Son días de echarse a la calle a pasear sin prisas ni agobios, para disfrutar del tiempo que nos llega de modo inesperado. Junto a esos días soleados, tenemos otros, invernales, en los que el orballo nos envuelve como si fuésemos un objeto valioso y no nos deja ver el horizonte. Si estamos con sol, vemos el Picato y los lugares intermedios, Piugos, As Arieiras, Orbazai y más, pero en días de orballo todo se nos vuelve próximo, cercano, y nuestro mundo parece reducido a unos metros a nuestro alrededor.

Es entonces cuando Lugo se nos hace más íntimo. El que nos hace revivir múltiples recuerdos y evocar a tantas personas que compartieron cariño con nosotros.

De un modo u otro, el otoño está aquí y es tiempo de castañas, magostos, vinos nuevos y cuentos junto al fuego. La Navidad se presiente y entre los que estamos en Lugo sabemos la verdad de la canción “el otoño duró lo que tardó en llegar el invierno”. Mientras, vamos llevando esta estación que de modo paulatino nos va conduciendo a los días más cortos del año.


Es un tiempo en el que no sabemos si las hojas secas sueltas por el suelo son consecuencia de la desidia de los barrenderos o es que acaban de ser juguetes del viento antes de haber estado pegadas a las ramas como estuvieron durante todo el verano. Pero siempre terminarán en el suelo y en las cámaras de compostaje, como quiero creer que se hace en una ciudad con unas autoridades tan comprometidas con todo lo bueno, que es mucho.

Paseo por mis calles de siempre, las veo bonitas. Miro las casas, las fachadas, los balcones, las barandillas. Y no me canso de mirarlas y descubrir en todo nuevos motivos de admiración hacia quienes, tiempo atrás, supieron crear objetos útiles y bellos de tal forma que, hoy, siguen siendo tan útiles y bellos como el primer en que se construyeron, o tal vez se idearon.

De eso tenemos mucho en Lugo. En las calles de nuestro casco histórico hay muchas casas para mirar y admirar. También, es cierto, muchas faltan como en la calle de los Clérigos, donde antiguos y solemnes palacios urbanos dejaron sus solares a otro tipo de edificios. Pero en los alrededores de la Plaza del Campo, en la calle del Miño, en la Tinería y en la Rúa Nova y otras, podemos encontrarnos con casas que parece que se reinventan, se restauran, se colorean con acierto sus carpinterías y, poco a poco, nos van ofreciendo un renovado aspecto, casi en silencio, con un humilde modo de hacer las cosas.

Un aspecto limpio y nuevo, para nada reñido con nuestros modos clásicos y que intuimos con interiores adecuados la las necesidades de hoy. Aunque se mantienen tipos de construcción, (carpinterías a haces exteriores con viseras superiores en los vanos), se acude a colores suaves, casi tonos pastel, que suponen valor y un acierto en el realizador. También actitudes valientes y novedosas, como los ventanucos en los postigos de las puertas de los portales, para que nunca queden a obscuras.

Me gusta mucho comprobar cómo la ciudad se va adecuando a nuevas corrientes. Tal vez la necesidad de viviendas obligue a estas restauraciones, no lo sé. Pero sí sé que en estos tiempos, pasear por Lugo representa para mí ir descubriendo nuevas actuaciones en casas que las mejoran y que, además, contribuyen a configurar una ciudad más bonita y acogedora.

Es curioso que estas obras que alabo surgen de actuaciones de particulares, supongo que bien asesorados. Nada que ver con esas obras faraónicas que le han dado la vuelta a la ciudad con el fin de peatonizarla, como bien vemos en la Calle del Teatro, y dotarla de árboles de sombra, como los que prestan la suya a las Calles de Montevideo, Quiroga Ballesteros o Bolaño Ribadeneira.

Pero este último es un tema del que no quiero hablar. Yo paseo y evito las calles, peatonales o no, que me resultan adversas.

1 comentario:

  1. alfonsobarriosf@yahoo.es8 de diciembre de 2025 a las 22:40

    Me ha encantado lo de las calles adversas, una buena metáfora de la vida. Sin duda hay que caminar por las calles favorables, las que nos potencian con sus encantamientos.
    Para apreciar el encantamiento de una calle con su nostalgia, hace falta un poco de silencio, de tranquilidad y que esté medio vacía. ¿Qué mejor época que esta, con las hojas doradas revoloteando por el suelo?
    Gracias Emilio por toda tu poesía.

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