Hace
pocos días, en El Progreso aparecieron artículos relacionados con nuestra
Muralla. Estaban firmados por diversas personas. Era una de las contribuciones
del diario al XXV aniversario de la inclusión, por parte de la UNESCO, del Monumento romano
en el catálogo de bienes considerados Patrimonio de la Humanidad. Conseguir
ese nombramiento había sido una labor de todos y ya teníamos el resultado.
Los
artículos a los que me refiero eran muy diferentes, como lo son sus autores,
pero en ellos sobresalía el conocimiento y el cariño que todos ellos mostraban
hacia el principal Monumento ciudadano. Mirado desde diferentes puntos de
vista, analizado con diferentes opciones y criterios, todos coincidían en su
singularidad y en la suerte de los lucenses al contar con él, formando parte de
nuestro Patrimonio ciudadano.
Con las
grandes obras ocurre así. Nunca dos personas diferentes las ven del mismo modo.
Nunca sienten lo mismo ante ellas y, no obstante, quedan llenos del mensaje que
son capaces de difundir, y difunden. Nunca una obra de arte nos inspirará lo
mismo a cada uno. Recibiremos su mensaje de acuerdo con nuestra propia manera
de ser y de sentir, pero serán muy distintos entre nosotros. Habrá quienes se
emocionen y, en el otro extremo, habrá quienes queden indiferentes sin haber
sido capaces de escuchar su mensaje. En este caso, de nuestra Muralla.
Sensibilidad,
cultura, disposición, todo eso influye en cómo consideremos la Muralla cada uno de
nosotros. Es una forma de ver que no tiene por qué ser constante, más bien
cambiante de acuerdo con el tiempo atmosférico, la situación anímica personal y
más variables que influyen en cómo la percibamos en momentos concretos.
Los
autores de los artículos que comento nos hablan, siempre con rigor, de su
manera de ver la Muralla. Ninguna
manera está reñida con las otras. Ninguna las eclipsa ni pretende hacerlo.
Otros autores habrían publicado otras opiniones, siempre sin riñas, con respeto,
aprendiendo unos de otros. Nunca he entendido discutir por opiniones en obras
de arte, donde todo está abierto al contraste de pareceres.
Me
gustaría conocer la opinión de muchos lucenses sobre la Muralla, qué opinan, cómo
la ven, si suben a pasear por ella y, si lo hacen, con qué frecuencia, qué
saben de su historia. Me gustaría conocer los lugares preferidos en ella.
Desconozco si se ha realizado un estudio similar o parecido.
Yo tengo
un indicio en relación a mis gustos. Sólo tengo fotos de cinco puertas suyas,
las demás como si no existiesen. Parece que no me gustan mucho. Con relación a
los lienzos de la Muralla,
digo que tengo muy pocas fotos suyas, tal vez un turista que llegue para estar
un día tenga más que yo. Pero donde me desquito en cantidad y en perspectivas
diferentes es en las fotos del adarve. En una dirección o en otra, a cualquier
hora del día, con gente o sin ella, solo o con amigos. Siempre encuentro algún
motivo para recordar el momento. Siempre hay motivo para hacer una foto.
Me gusta,
sí, pasear en solitario y dejar mi mente pensando acerca de lo que sea. Para
mí, la Muralla
es un lugar apropiado para eso. Encuentro su posibilidad de ofrecerme como un
espacio único, personal, al que evadirme sin necesidad de viajar a lugares más
o menos lejanos. Para mí, el adarve me ofrece el ambiente propicio para aislarme,
para olvidarme de lo que dejé abajo, en la calle ciudadana, y dejarme llevar
por los pensamientos. Sumirme en otro mundo, también mío.
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