jueves, 23 de julio de 2020

El espinario lucense (Publicado el 5 de junio de 2020)


Encuentro una postal comprada en Florencia con la imagen de un muchacho sentado, desnudo, con una pierna cruzada y su pie cogido con la mano. El muchacho mira atentamente el pie. En el reverso, se lee que se trata de un “muchacho que se saca una espina. Figura hecha a partir de un original griego en bronce del siglo I a.C.” Puesto que se quita una espina, le conocemos como el Espinario. Se trata de una escultura de la época Helenística, cuando el arte griego se hace, es un decir, costumbrista y retrata a personas en su vida cotidiana, olvidándose de dioses y atletas. Es cuando se representan ancianos, figuras dolientes, o en cualquier actitud en la que cualquier griego se podía sentir representado. 

Lo del niño este ya es otra cuestión. ¿Qué le ocurre? Hay quienes dicen, es la opinión mayoritaria, que representa a un adolescente, Martius de nombre, a quien se le encomendó llevar un recado al Senado. El niño corrió hasta terminar su cometido. Fue entonces cuando se quitó una espina que se le había clavado en la planta del pie durante su carrera. La actitud de Martius fue tomada como modelo a seguir y como ejemplo a presentar ante la infancia, por eso se hicieron numerosas copias de la escultura para adornar centros docentes. Muchas de ellas han llegado hasta nosotros. La verdad, no es que me guste mucho esta idea, pues a nadie se le ocurre mandar a un recado a un muchacho desnudo. Antes se le mandaría cubrirse con algo. Tampoco me creo que aguantase mucho el dolor de la espina. 

Por eso me gusta más, por verosímil, otra interpretación, aunque menos extendida. Según ella, Martius sería un atleta (corrían desnudos) al que se le clava una espina durante una carrera. La escultura lo coge en el momento en que se quita la espina. 

En ambos casos, la espina viene a truncar un trabajo, que el adolescente termina más o menos bien. Si la espina ha sido puesta por los dioses en el camino de Martius, el muchacho lo tomará como una acción divina contra él, pero no sabemos qué actitud toma ante ella, puesto que le vemos concentrado en lo inmediato; quitarse la espina y que termine el dolor. 


Conozco dos representaciones gallegas del espinario, las dos esculpidas muchos siglos más tarde, en época del románico. En ambos casos se trata de canecillos, uno de ellos en la iglesia de Ansemil (Silleda) y el otro, en la catedral de Lugo. 

El espinario de la catedral de Lugo se encuentra en la puerta que da paso desde la capilla del Pilar a la nave del Evangelio. Antiguamente, esta puerta constituyó un acceso lateral a la catedral y como tal, tenía su ornamentación. El de Ansemil, exterior, es el primero de la derecha del templo, según se mira de frente. 

En ambos casos, el tema es perfectamente reconocible debido a la postura inequívoca del hombre, con su pie izquierdo, el dañado, sobre la rodilla derecha y con ambas manos en él. Pero a diferencia del muchacho griego, concentrado en su lesión e intentando eliminar la causa, estos espinarios nuestros se desentienden del pie y miran enojados al cielo, residencia de la divinidad. El de Ansemil tiene un gesto retador, enfadado. El de Lugo, mira hacia el cielo haciéndole la burla, echándole la lengua, provocador. 

Para mí, siempre ha sido motivo de reflexión esta diferente actitud de unos y otros frente a un mismo hecho y debido a una misma causa. Ante esa postura arrrogante, pienso que no les hubiese venido mal que alguien les hubiese dicho, y cuanto antes mejor, que los responsables de sus actos eran ellos mismos y nadie más. Hay cosas que conviene saber pronto, muy pronto. 

Por otra parte, me gustaría conocer la vía cultural por la que llegó conocimiento del Espinario a tierras del Deza y a Lugo. El Camino de Santiago siempre es buen recurso para explicar estas avenidas culturales, y debemos estar contentos, y agradecidos, a tal Camino. 

En el arte religioso gallego es posible encontrar, con ojos avispados, múltiples evocaciones del sentimiento clásico, siempre atribuibles a visitantes peregrinos.



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