lunes, 27 de julio de 2020

Evocaciones en la cocina del Museo (Publicado el 27 de julio de 2020)

En la antigua cocina del convento que hoy ha dado lugar a la sede del Museo Provincial de Lugo, hay una amplia, bonita e interesante colección de utensilios antiguos de cocina. La lareira, el lugar en que se hacía el fuego, está preparada como para acarrear leña y encenderla ahora mismo. Todas las piezas en sus sitios, parecen esperar una palabra mágica que las despierte de un sueño que viene desde vaya uno a saber cuándo. Jarras de barro colocadas en repisas, parecen formar hermosos bodegones en los que el negro de las piezas de Gundivós juega felizmente con el encalado de las paredes. Lo mismo ocurre con las múltiples sartenes de mango largo, tan largo que permite acercarlas al fuego sin quemarse, que forman elegantes conjuntos en sus repisas y alzaderos. 

La visita a la cocina suele gustar mucho. Además, hay paneles que indican los nombres de los diferentes utensilios expuestos. 


A veces, los visitantes llegan a la cocina, ven lo que hay en ella, en todo caso fotografían algo que les llama la atención y siguen su visita, indiferentes. Hace unos días vino alguien singular. Se trataba de una elegante mujer que enseñaba aquello a una pareja amiga. Era la primera visita que hacían al Museo, por tanto, ninguno sabía lo que encontrarían al entrar en la cocina. Desde el mismo umbral, la mujer de la que hablo se emocionó y así lo manifestó a sus acompañantes. 

Poco a poco, sin prisas, reconstruyó para quienes estábamos allí el nombre y la utilidad de cada una de las piezas allí expuestas. No sólo eso, evocó su uso en una casa que fue de sus abuelos y que visitó en más de una ocasión, quedando su memoria vinculada a aquel sitio y a aquel tiempo. Revivió usos, trucos, mañas, y más detalles de su infancia que estaban despertando al conjuro de la visión de tantas cosas, para ella, hermosas. También, para quienes estábamos en la cocina, todo lo expuesto cobró nuevo significado, más vivo y profundo. 

Pienso en esta mujer, elegante, que para nada ha renunciado a sus orígenes aldeanos y que es feliz al ver muchos objetos que se los recuerdan, ahora elevados a la dignidad de objetos de museo. Seguro que al verlos revivirá muchas escenas queridas de su infancia y agradecerá que en ese lugar se mantengan, con la dignidad que ella cree que merecen, esos exponentes de un tiempo pasado, superado, querido y, en muchos aspectos, añorado. No se deben, ni pueden, añorar los aspectos negativos de aquel modo de vida, pero sí otros, positivos, que se han ido abandonando con un necio afán de falsa modernidad. 

Estaba feliz rememorando todo aquello y transmitiéndonos aquella sana felicidad de quien nunca ha renegado de unos orígenes que, vaya uno a saber qué causas, se fueron quedando atrás en su vida, pero que estaban en su memoria como cimiento de su manera de ser, de su vida. 

Pienso en quienes reniegan del mundo rural, que fue el suyo. Me duele por ellos ese desarraigo cruel de sus esencias familiares y locales. Como una deserción de todo lo suyo. ¿Qué recuerdos de su infancia serán los que evoquen con cariño, como algo entrañable? Me resulta muy doloroso constatar cómo esas personas pretenden vivir traicionando sus orígenes. 

Creo que esta cocina del Museo Municipal de Lugo, con sus enseres adecuados y sus casi seis siglos de funcionamiento, debería ser considerada como un santuario de nuestras raíces. Hubo mucha vida alrededor de esta lareira y de otras similares. En cocinas como ésta se consolidaron muchos noviazgos con sus posteriores casamientos. Aquí se cocinaron muchos platos que hoy seguimos consumiendo; se contaron muchas historias que hoy siguen vivas en nuestra tradición; se vivieron momentos históricos determinados. Todo eso hasta que la desamortización de Mendizábal cortó su actividad haciendo que se apagase para siempre su fuego. 

Es el lugar que más respeto me inspira en el Museo Provincial de Lugo, el que visito con mayor recogimiento. Porque sí, también el Museo es un lugar que sirve, que debe servir, para dignificar los recuerdos.

2 comentarios:

  1. Es precioso recordar los orígenes con entusiasmo.
    Puede que la reacción de los que reniegan del mundo rural se deba, en parte, al menosprecio y hummillación que sufrieron de algunos señoritos de la capital que se consideraban superiores.
    Abrazos
    Chiruca

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  2. Coincido contigo, Chiruca. Y al alcanzar un cierto nivel en la ciudad, reniegan de sus orígenes para disimularlos. Gracias por tu comentario.

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