Siempre escapo de plurales grandilocuentes al hablar de
estructuras ciudadanas, pero en este caso creo que es adecuado referirme a
ellos en plural. Hablo de los jardines de la Plaza del Ferrol, o de San
Fernando, como les llaman otros. En una pequeña superficie urbana nos
encontramos con diversas parcelas ajardinadas, seis creo recordar, que
consideradas en su conjunto, bien merecen ese calificativo plural, los
jardines.
Entre estos jardines, se encuentra la iglesia que mejor
representa nuestro barroco en el ámbito urbano, la iglesia de San Froilán, de
cuyas torres he hablado en un artículo anterior. Creo que la suma de jardines y
monumento forman un conjunto urbano muy armónico.
Los jardines nos ofrecen una buena colección de árboles de diversas especies, algunos de ellos únicos en Lugo, y todos con la característica de poseer un crecimiento lento, no peligrando la uniformidad de volúmenes debidas a crecimientos descontrolados. En un lento repaso por la zona, he visto palmeras (palmitos), camelios, magnolios, prunos, acebos, árbol del amor, castaño de Indias y dos ejemplares de los cuales no he sabido determinar la especie. Algunos están profusamente representados, aunque con crecimiento desigual entre ellos, como es el caso de magnolios y prunos.
Hay un ejemplar, una adelfa, digna de mejor tratamiento. Creo
que es el único ejemplar existente en nuestra ciudad y posee un porte
considerable para ser un arbusto. La podemos ver en el triángulo ajardinado que
hay a la derecha del templo. También hay allí un tejo recortado de manera que
imita una cúpula oriental. Se trata de una planta que posee más de tres metros
de altura y representa una magnífica labor de jardinería pues es consecuencia
de muchos años de trabajo experto. Doy las gracias a quien lo hace. Lo triste
de este tejo es que su visión está entorpecida por la presencia de un letrero destartalado,
pasado de época, con los soportes oxidados y sin que nadie haya dado orden de
retirarlo. Allí sigue. También está allí un recordatorio de otros tiempos en
los que se quiso implantar en Lugo un uso colectivo de bicicletas. El empeño
quedó en nada y en un artilugio feo, viejo y parece que permanente.
Pero me gusta todo el conjunto de jardines. La parte
correspondiente al antiguo cuartel está bien cuidado, los rosales florecen en
su tiempo y sus setos recortados. El cuartel nunca ha tenido ni una pintada.
Bajo el jardín central hay un aparcamiento subterráneo que precisa estructuras
exteriores apropiadas, como el acceso de coches y peatones, salida de
vehículos, bocas de extracción de aire y demás. Todos estos servicios están
rodeados de muretes construidos muy al estilo gallego, de modo que no presentan
ningún tipo de agresión estética al conjunto ni desdicen de él.
Tal vez sean los jardines lucenses con mayor número de
bancos para uso público. Los hay de piedra y de madera y, en realidad, siempre
que paso por ese lugar veo numerosas personas utilizándolos. La verdad es que
encuentro estos jardines llenos de vida, y no sólo por la presencia de quienes descansan
en sus bancos, pues en la época lectiva suelen haber niños jugando que asisten
a un colegio ubicado en el edificio anexo a la iglesia.
Me gustan, cierto, pero en el fondo he de plantearme qué
deben poseer unos jardines para ser de mi agrado. Qué considero que debe ofrecer
un jardín a los habitantes ciudadanos. El jardín ha de poseer una buena
colección de plantas, a poder ser con cierta proporción de ellas de origen
exótico.
Hoy muchos consideran al jardín como un paisaje artificial, en el que se puede jugar
con colores, no solo de las flores, también de las hojas de los árboles y con
volúmenes: del mobiliario y de los mismos árboles. Por eso conviene que los
árboles no modifiquen su volumen, bien por poseer un crecimiento lento o por
soportar bien la poda. El jardín bien planteado ha de estar integrado en el
paisaje urbano, no aparecer como algo extraño una estructura ajena. En los
jardines de los que hablo, incluso la hierba que crece entre los adoquines del
suelo parece contribuir a conferirles cierto aire de autenticidad.
El jardín de San Fernando me trae infinitos recuerdos de la infancia porque me inicié como alumna en el Colegio de la Milagrosa.
ResponderEliminarGracias Emilio.
Abrazos
Chiruca
Esos recuerdos son propios de muchos lucenses que, de niños, fueron a ese colegio. Gracias por tu comentario, Chiruca.
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