En no pocas ocasiones, nos encontramos con seres, objetos, a las que no damos valor ninguno. Incluso, la verdad, ni nos hemos tomado tiempo para reparar en ellos, tal es el valor que les otorgamos dentro de nuestro mundo personal. Luego, algún acontecimiento inesperado nos pone las cosas en su sitio y ese ser, hasta entonces menospreciado, alquiere un nuevo valor tal vez más acorde que el que posee en verdad.
Eso mismo
me ocurrió hace años, cuando pasé muchas veces ante un edificio sin mirarlo de
modo curioso, sin buscar en él algo singular. Hasta que lo hice y la sorpresa
fue grande. Creí estar ante una joya, tal vez olvidada, de las edificaciones
lucenses.
Pienso en
un edificio que, pasada aquella época ignorante, me gusta mucho, aunque tal vez
es posible que no sean muchos los que se han fijado en él. Como está en un
lugar amplio y paso junto a él en mis paseos, me suelo recrear mirándolo mientras
me acerco a él y, estando como está en un lugar peatonal, siempre es posible
mirarlo desde muy distintos puntos de vista.
Se trata
de un pequeño edificio que separa lo que fue jardín de
Los
grandes son así, cuatro pinceladas permiten mostrar un espíritu creador, en
cualquier campo de la creación. La casa de la que hablo nos muestra casi todas
las virtudes ornamentales que Cobreros imprimió a sus obras.
Desde
lejos, vemos un edificio con bajo y dos plantas. En la fachada orientada a
Los vanos
se corresponden entre ellos, situados en la misma vertical, del modo que
podemos apreciar desde lejos. Muy bonita la coloración de la fachada,
utilizando dos tonos de un mismo color bien combinados, resulta un conjunto muy
sereno.
Entre los
franjas de color más oscuras, correspondientes a los vanos, quedan zonas
aparentemente vacías, pero no es así. Si nos fijamos, hay placas adosadas
ligeramente peraltadas y pintadas con el mismo tono de color que presenta la
superficie en la que están situadas. Será el sol el que muestre, con sus juegos
de sombras, la existencia de esos resaltes.
La
fachada correspondiente a terrenos de
Las dos
fachadas parecen ir a su encuentro, pero no es así. En un punto concreto, el
autor corta el bloque con una tercera fachada orientada a la calle de San
Marcos. Un chaflán, sencillo y muy bonito. En el piso bajo presenta sólo un
acceso, en el primero, un balcón y en el segundo, una amplia galería. La misma
distribución que en las construcciones populares gallegas, donde se dejan las
galerías para los pisos altos.
Esta
galería, casi empotrada en la amplia cornisa y orientada al oeste, seguro que
ha presenciado más de una inolvidable puesta de sol.
Cuando
admiremos nuestros monumentos y rincones notables, no nos olvidemos de tener en
cuenta esta casa que, siendo sencilla, nos muestra el buen hacer de algunos
cuando poseen cualidades.
Casa singular, común a dos Plazas emblemáticas!
ResponderEliminarUn abrazo
Chiruca
Eso mismo, Chiruca. Besos
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